sábado, abril 06, 2013

"Los pasillos del edificio son interminables.

Ni un ruido en el ambiente salvo el eco de los pasos resonando sobre las losetas.
Decenas de puertas cerradas o entornadas, tan vacías como el ánimo que las transitan.

Es lúgubre el olor del hospital, la sustancia de su esencia, el dolor que traspasa sus paredes, las ilusiones perdidas de los enfermos terminales, de los peregrinos ocasionales que caminan por sus entrañas, errantes, deambulando como espíritus ausentes por las veredas de los camposantos.

Con la mente vagabunda y el cansancio cosido a la piel llego al rellano de los ascensores, donde seis fauces corredizas encierran los límites del cielo y la tierra.

Los celadores observan, indiferentes, mientras susurran con sus guantes ceñidos, dispuestos a sujetar los cuerpos inertes que reposan en el área de neurología.

En la planta quinta, habitación quinientos treinta y dos, se puede acariciar una mirada perdida.

Tu mirada perdida, madre"




De "Diario de improvisaciones". Tercer poemario de mi amigo José Luis Nieto Aranda. Editorial Celesta.




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